Condón y placer
El condón, como se sabe, es
fundamental para dos cosas: prevenir los embarazos no deseados y evitar las
enfermedades de transmisión sexual. Su uso, por tanto, esta indicado en
personas que mantienen relaciones sexuales con varias parejas alejadas del compromiso
y para aquellos en una relación estable que no quieran quedarse embarazados y
no utilizan algún otro método anticonceptivo útil.
La excusa, o razón, más extendida
a la hora de defender la no utilización de un condón en una relación es su
interferencia con el placer. Disminuye la sensibilidad táctil, el látex huele
demasiado fuerte, la transferencia del calor es menor, su colocación corta el rollo, puede ser incómodo… Pero
lo cierto es que es el método capaz de detener enfermedades y embarazos a la vez
más eficaz, justo por detrás de la abstinencia (aceptable siempre que sea una
alternativa elegida por el abstinente).
Por ello, cuando una pareja que
se ve una vez cada dos o tres meses y en ese tiempo se relaciona con más gente,
o cuando una pareja que lleva años en una relación decide prescindir del uso
del condón sin cubrirse las espaldas con otro anticonceptivo, está haciendo una
apuesta con el riesgo. Cuando se dejan de utilizar los preservativos se ha de
ser consciente de que se está de acuerdo con cambiar unos minutos o varias
horas de placer por un embarazo no deseado, cuyo fin, sea cual sea, conlleva un
nivel de responsabilidad y madurez
desacorde a la decisión previa de no usar condón. Asimismo, su desuso
implica la aceptación de la posibilidad de adquirir una enfermedad, que a veces
puede ser corta y pasajera, aunque desagradable (herpes), y otras veces puede
derivar en problemas de salud más graves (virus del papiloma humano).
Estamos, pues, en la siguiente
tesitura: sabemos que el uso del condón es clave en el mantenimiento de la
salud física y psicológica, pero que la razón mayoritaria por la que se
desestima su uso es su interferencia con el placer. En este sentido, las
campañas de promoción del uso de preservativo pueden tomar dos caminos divergentes
pero complementarios.
El primero es el énfasis en las
consecuencias negativas del desuso. Enfermedades dolorosas, incómodas y
desagradables, estrés y dudas por la responsabilidad con la que ha de
plantearse un aborto, problemas económicos y sociales si se decide seguir
adelante con un embarazo no planificado, con todas las dificultades que ello
conlleva. En definitiva, el uso del miedo para fomentar en la población el
consumo de aquello que serviría para alejar la fuente de temor. En este caso
los condones.
El segundo es la promoción de los
aspectos positivos del uso. En este marco no solo entrarían los desdoblamientos
de las consecuencias negativas, a saber, la evitación de enfermedades y
embarazos, sino también la capacidad del preservativo de alargar las relaciones
sexuales, aumentar en lo posible la sensibilidad, sobre todo de ellas, con
preservativos de estructura rugosa, su fácil acceso o su gran efectividad
cuando se usan correctamente.
Ambos caminos son válidos, pero
desde una perspectiva de salud sexual, que busca no solo evitar lo dañino de
las conductas de riesgo sino también la consecución de una vivencia libre, sana
y equilibrada de la sexualidad, es más integrador el segundo. Porque el sexo
debería ser más placentero cuando se practica con la seguridad de que se hace
todo lo posible por preservar la salud propia y la ajena y el modo de vivir de
las parejas, porque la decisión de no utilizar un preservativo debería venir
acompañada de la responsabilidad de responder a las posibles consecuencias y,
finalmente, porque la oportunidad de educación sexual actual y la
disponibilidad de condones hace que las justificaciones que suelen utilizarse para defender su desuso sean exageradamente débiles.
Sin duda, el anticonceptivo ideal
sería aquel que tuviese un índice de seguridad del cien por cien, fuese barato
o gratuito, de fácil uso, que no fuese percibido durante el coito, no fuese
irreversible e incluso que no tuviese que ser ingerido ni colocado. Hasta que
la investigación desarrolle tal hito, nos tendremos que conformar con aquel que
más se le parece de momento y único capaz, además, de alejar a las
enfermedades.
El condón.
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