Selección de pareja

La selección sexual es una serie de fuerzas selectivas que afectan de distinta manera a mujeres y hombres, hembras y machos, favoreciendo las diferencias entre los sexos de una misma especie. Es decir, moldea la conducta de los individuos en función de qué necesiten estos para tener éxito reproductivo. Los ejemplos se ven mucho mejor en animales que en el complejo ser humano.

La regla de los mamíferos.

En la mayoría de mamíferos se repite una situación inevitable: la inversión de recursos de la hembra en la reproducción es mucho mayor que la del macho. Explicado, significa que el embarazo requiere unos segundos del macho y, dependiendo de la especie, más o menos meses de la hembra, que incluyen gestación y amamantamiento. Esto indica que, si el éxito reproductivo es la meta vital de un individuo (todo eso de transmitir los genes a la nueva generación), los machos se deberían centrar en reproducirse el máximo número de veces posible, y las hembras deberían tratar de seleccionar el macho más apropiado, que garantice que su enorme inversión sea lo más segura posible.

Promiscuidad por necesidad.

Por tanto, el número de apareamientos en los machos (con diferentes hembras) se correlaciona directamente con el número de descendientes que puede llegar a tener. En las hembras, en cambio, no. Por eso ellas son más selectivas a la hora de decidir qué individuo tendrá el privilegio de reproducirse y ellos son los que compiten entre sí por tratar de demostrar quién es el que se lo merece, ya sea con peleas, demostración de poderío o regalos nupciales. Para la hembra, el macho que se gane el derecho a un revolcón será o el más fuerte, o el de más capacidad atlética, o el más inteligente o el que haga un nido más consistente y resistente dependiendo otra vez de la especie. Y eso es bueno, porque aquellos rasgos adaptativos que han hecho al macho ser el ganador, es muy posible que se transmitan a su cría.

Dimorfismo sexual.

En este sentido, la selección sexual no solo causa diferencias entre sexos a la hora de actuar respecto al apareamiento, sino que también moldea diferencias físicas notorias. Debido a la competencia entre machos, a veces se seleccionan atributos que favorecen la reproducción, ya sean cuernos más grandes, colores más vivos, dientes más afilados o alas más fuertes. Estas necesidades específicas de cada sexo dan forma, pues, a los rasgos físicos diferenciadores de los mismos y es la razón por la que solo los ciervos macho tienen cuernos, los leones tienen melena y, generalmente, los machos sean físicamente más vistosos que las hembras.

El complejo ser humano.

Dejando de lado el romanticismo, el amor, los tipos de belleza exterior e interior y las motivaciones inherentes a la tortuosa existencia del ser humano, se puede decir que algunas de sus conductas o preferencias responden al mismo fenómeno. El hombre atractivo estándar es alto, de rostro anguloso, mandíbula marcada, músculos fibrosos y pecho extenso. La mujer atractiva estándar es de rostro redondeado, caderas voluptuosas, rasgos curvados… Todo esto, como ya hemos dicho, obviando la cosa esa de para gustos los colores. Este dimorfismo sexual ha sido resultado de los mismos mecanismos que han procurado físicos distintos para muchos tipos de animales.

Soy un animal.

Hay algunos hombres que se escudan en la evolución a la hora de defender su promiscuidad. Estoy hecho para repartir mi semilla todo lo posible, cariño, tengo que dejar mi impronta genética en generaciones venideras. Pero es en la inversión en lo que debería pensarse: prefiero criar a unos pocos hijos invirtiendo todo mi tiempo en ellos y que salgan adelante sin problema que desperdigar esa semilla en varias posibilidades pero correr el riesgo de que ninguno de ellos prospere.
La inversión y éxito reproductivo es, en definitiva, lo que podría explicar que los hombres sean más competitivos, que las mujeres estén más dispuestas a perdonar una infidelidad o que los hombres con dinero sean percibidos como más atractivos.

Sin embargo, como ya hemos dicho, el ser humano es complejo, y su conducta tiene muchas más dimensiones que la del ciervo, la del pavo real o la del escarabajo bombardero. Aunque la base de su comportamiento puedan ser mecanismos evolutivos y el ansia de conseguir descendencia, ha llegado a un desarrollo tal que la selección de pareja responde a factores más intrincados.



¡Hasta pronto!

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