Criaturas lascivillas

La mitología, la fantasía y los cuentos, entre otros muchos elementos que dan poder a sus historias, contiene uno recurrente: las criaturas lascivas. El imaginario popular es muy rico en su creatividad y desde antaño se han creado fábulas para tratar de arrojar luz a fenómenos que son de difícil explicación sin los medios adecuados. Desde la creación del hombre, hasta los desastres naturales, pasando por lo sueños eróticos. No solo eso, la humanidad también ha creado personajes cuya única ambición es mojar o con la capacidad de calzarse a todo lo que se mueve con solo guiñar un ojo, tal vez por un vago deseo de parecerse a ellos o pasar las tardes dejándose llevar por los devaneos espirituales (más bien carnales).

Íncubos y súcubos.

Son demonios, duendes o criaturas lascivas que utilizan la nocturnidad y la alevosía para entrar en el dormitorio de un individuo y tener relaciones sexuales. El íncubo es la versión masculina, que centraría su atención en las mujeres y su aspecto puede variar desde un pequeño engendro deforme a un efebo rubio y lampiño. El súcubo, por su parte, atacaría a desvalidos hombres que tendrían que soportar con resignación que una bella doncella se llevara su semilla. En algunas leyendas el súcubo, después de conseguir el semen de un hombre, se convertiría en íncubo y trataría de fertilizar a una mujer después. Generalmente se les describe como violentos y rudos, dejando huellas físicas y a veces psicológicas en sus víctimas. Se consideraba que si alguna vez se tenía un sueño erótico era por haber sido víctima de uno de estos lascivillos.

  

Un íncubo mirándonos pícaramente. Sabemos lo que has hecho.

Faunos.

Primos hermanos de los anteriores, tenían la parte superior del cuerpo de hombre, la inferior de carnero y cuernos. Estas, a veces regordetas, a veces mazadas criaturas corrían por los bosques tocando la flauta y buscando grupos de doncellas inocentes lavando la ropa a las orillas del arroyo para mojar su pene de cabra. También aterrorizaban a ninfas del bosque, aunque en ciertas leyendas se cuenta que las relaciones entre faunos y ninfas solían ser consentidas. Habría de todo. Su lascivia no quita que los faunos fueran grandes artistas, entre los que se contaban virtuosos músicos, inigualables oradores y maestros de futuros héroes. Pero como grandes hedonistas, lo que más les gustaba era experimentar gustico.

Y así lo hacen, sin invitar primero a un pintxo ni nada.

El poderoso Zeus, dios de dioses.

El pichabrava por excelencia. Incontables amantes, entre las que había diosas, reinas, princesas, ninfas, pléyades y zagales tan apuestos como Ganímedes. Además de por su famoso rayo, Zeus es reconocible popularmente por todos los líos de faldas en los que se vio envuelto dentro y fuera del Olimpo y, para mi generación, por ser el afable y simplón padre de Hércules. A parte de díscolo, conoció sexualmente a sus hermanas Hera (su esposa oficial, supongo que algo enfadada) y Deméter. El muy ladino se disfrazaba del esposo de algunas de las mujeres con las que yacía para no tener que forzarlas, e incluso una vez se convirtió en cisne y violó o sedujo a Leda, que al parecer luego puso un par de huevos.

Leda habría agradecido otra forma por parte de Zeus.

Sodoma y Gomorra.

Una lluvia de fuego y azufre cayó sobre estas dos ciudades del pecado, pues sus habitantes habían descubierto innumerables formas de placer, cada una más tortuosa que la anterior, y eso a Yahvé no le molaba. En este cuento los lascivos eran los propios humanos, y su dios los castigó por indecentes.

Sodoma, al fondo, un mar de fuego.

Me imagino la cena de fin de año de toda la familia teológica, en casa de Gaia, con Dioniso borracho, Tor y Loki peleándose, Ganesha comiendo cacahuetes y allí, en una esquina de la mesa, Yahvé, mirando fijamente a Zeus y mesándose la barba con el ceño fruncido, juzgando sus lascivos viajes a la tierra.

¡Hasta pronto!